Recién acabada la batalla, aquella que dió como resultado que los de la grabadora abandonasen su poltrona a cambio de que otros más altos la ocupasen, el panorama de aquella tierra era la desolación deportiva hecha espacio. No me cabe la menor duda de que todos se preguntan que pasa en un paraíso para que no haya ni una sola palmera, que pasa en aquel lugar, no de la Mancha, pero si del finiquito de mar y tierra, para que a estas alturas, no exista un relator de la mesa de tablón, encargado de juegos y torneos que ballesta en mano reúna a las entidades deportivas y las junte hasta que se llegue a un acuerdo que desbloquee el miedo a lo que aquel pueda decir.
Vivimos en un paraíso habitado por cobardes o por desganados, no lo se, pero lo que si puedo decir que ninguna instalación deportiva de todo el castillo de aquella puerta del sol, esta adecuada, válgame el cielo, a los tiempos modernos, que ninguna instalación publica y deportiva pasaría ni el mas mínimo control de calidad y que ninguna instalación publica nos ayuda a que la plebe joven del concello tenga aquel derecho a disfrutar de cualquier juego o torneo dentro de su propio reino.
Cobardes, avariciosos, egoístas, desidiosos y cuan adjetivo se le pueda poner encima a toda esa tribu que dirige los dineros, que ven en dar unas rupias a aquellos que mecen la cuna, algo que se les debe agradecer, aquellos que no entienden que casi 400 personajes del paraíso habitable disponen de actividades aun a costa del mal hacer de dichos electos, que no ven que el nombre de dicho paraíso y sus alrededores, lo llevan encima gente que lo tienen todo a la contra.
Caballeros, es muy sencillo y a la vez muy difícil, sentarse la veces que haga falta, hablar, estudiar, discutir, oír, sentir y al final uno hace el plato mas apetecible, que es el quedarse con el deber cumplido y el sentir que cuando uno se sienta en mesa de tabla, tal Arturo, las espadas encima de la mesa y el sentido común, en la cabeza de todos.